Se abre el cielo para acoger a nuestra madre

 

En esta tarde se abre el cielo para acoger a nuestra madre, la acompaña nuestro canto, nuestra oración... no hemos venido a un funeral, ni somos un cortejo fúnebre, hemos venido a una fiesta que nos catapulta al cielo, a la Vida Eterna, a la Esperanza.

Nuestra madre, una mujer sencilla, ha sido nuestra primera catequista, formadora, la que nos ha hablado del cielo, la que nos ha mostrado al Padre. Junto a nuestro padre nos ha transmitido la fe, el legado más valioso que tenemos, hemos vivido en una casa convertida en una iglesia doméstica, un hogar cristiano.

Nuestra madre siempre se ha mostrado enamorada del Señor, su vida ha estado unida a la vida de. la iglesia. El Señor la visitó a través de la enfermedad y ella dijo sí, sí a perder los recuerdos, sí a dejar de hablar,sí a dejar de caminar, sí a dejarse hacer y a dejarse llevar, sí a estar unida un poquito a la pasión de nuestro Señor Jesucristo.

Esta enfermedad ha sido para todos nosotros una oportunidad para amarla en la gratuidad, para descubrir que recibimos más al dar, para donarnos sin esperar  nada a cambio, para descubrir que Jesús no viene a arreglarnos un poquito la vida, ni a darnos consejos para ir sobreviviendo, sino para entregarnos toda su vida, entrar en nuestras sombras más profundas, arrancarnos de ellas y resucitarnos, y es que, como decía santa Chiara Corbella, nacemos para no morir nunca.

Noemí, tu hija

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